Me gusta el Veneciano
el de la Torre Ifel,
el Flying Horses,
el Prince Charming Regal.
Todo es belleza, alegría.
Montar es audaz,
cabalgar hace bien al escritor,
al músico, al pintor.
Adornan las plazas,
son sorpresivos, irresistibles,
pletóricos de romanticismo.
Incitan una genial literatura,
desarrollan la capacidad de asombro,
sobre la cabalgadura del gozo.
Preciosamente diseñados,
bajo gran gama de tópicos.
Hacen cada paseo especial.
Y no es fácil desmontar,
ya que son valiosa joya
para los espíritus aventureros,
y aquellos que jamás olvidan su niño interno.
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