La escritura es dinámica, la mente abre y al corazón ilusiona.

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lunes, 16 de marzo de 2015

Dedicatoria a la música clásica.






Porque sana la vida,
porque es energía
que libera la batuta,
por eso la amamos.


Bethovven, un ser inmortal,
algo estridente,
pero fenomenal,
nueve sinfonías y el Concierto Emperador,
Claro de Luna y Fidelio,
su obra inspira
a cualquier literato pasional.


Siempre presente,
jamás olvidada,
sonidos de armonía
que al alma animan.


Son melodías de cultura
que a la mente hacen bien,
capaces de profundamente relajar
y de acciones tomar.


De Schubert a Mozart,
de Bach a Strauss,
las marchas americanas ,
Luis Cobos y Herbert Von Karajan
todos merecen el apelativo de clásico,
por mágica presencia e inmortalidad.


Y suenan las trompetas
en tronidos alegres,
el piano romántico,
la inefable batería,
la sensual guitarra española.


Son piezas de ingenería 
que acompasadas cabalgan
en un óasis de alegría
bajo las riendas de la emoción.


Luces que prenden
los más vivos sentimientos,
manipulaciones orquestales
para hacer la vida brillar.


Va pian-pianito,
otras tantas allegro,
el ligero adagio
hasta alcanzar el grandioso presto.


No hay vibración igual
que escuchar una bella sonata,
o el Himno a la Alegría,
para los tormentos del interior
nada mejor que un Nocturno de Chopin.


Europa mejor se manifiesta
con éstas eternas composiciones,
y sus orquestas de renombre
que resuenan en Spotify.

Más Estados Unidos
no se queda atrás,
la preciosa Rapsodia en Azul
representa a Nueva York,
la Suite del Gran Cañon
majestuosa creación.

México, famoso globalmente
por Huapango y Sobre las Olas,
Sones de Mariachi y Concertino.

Sonidos que suben,
sonidos que bajan,
que mil vueltas dan al corazón 
en poética metáfora
con un carousel.

Así es la música clásica,
audaz, fabulosa, sensacional,
una estimulación super profunda
que nunca faltará 
en cada etapa que enfrente la humanidad.

 

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