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jueves, 8 de septiembre de 2011

A Veracruz en convoy


                                             



Son muchas las historias que puedo contar cuando viajábamos juntos a Veracruz, pero las narraciones más extraordinarias y cómicas ocurrieron cuando llevábamos los Waki- Talkies Motorola que el Tío Guillermo conseguía de la escuela. Para empezar adoptamos nombres como “Móvil Blanco”, azul, verde, dependiendo del auto que llevamos y en muchos casos de la marca.
Los Becker, por tradición siempre traían un Ford, siendo este el Crowne Victoria azul o la camioneta blanca que todavía existe.
Los abuelos siempre viajaron en su Dodge Dart 78 gris que normalmente iba atrás de los demás. Mon no sabía como hablar por el Walkie, razón por la cual tenía que irse en su dodge Memo o Alejandro para servirle como asistente y poder comunicar a los demás los deseos del abuelo Jarocho.
Cuando no era posible que alguien se fuera con ellos, por cuestiones de espacio ,Mon solía hacerse entender con señas.
Los walkies-Talkies que usábamos eran casi siempre Motorola muy grandes y con un cargador todavía más pesado, no había otra forma, en esos tiempos , digamos entre 1980 y 1983 , la década de los constantes cambios tecnológicos.
El principal problema de mi abuelo era que para hablar no apretaba el botón y eso lo desesperaba, y no lo soltaba cuando alguien quería decirle algo.
En nuestro vehículo mi mamá era la operadora del entonces aparato mas moderno para comunicarse a larga distancia, y con las instrucciones de mi padre, le avisaba a mi Tía Irma cuando podía rebasar, aunque en muchas ocasiones cambió de opinión y se hacía un verdadero lío que provocaba las rísas de todos.
Mi papá era el  que comandaba el Con-voy , ya que su conocimiento de la autopista era superior a los demás, seguido iba mi Tío Ramón, después los Becker y hasta el final mis abuelos.
Durante estos viajes nos ocurrieron varios incidentes, de los cuales recuerdo aquel trailer que nos venía persiguiendo en las cumbres, en su defensa decía San Fernando, no nos dejo en paz hasta llegar a Córdoba, como no sabíamos que intenciones traía decidimos irnos despacio y todos pegados en el mismo carril.

Otro que recuerdo muy bien aconteció cuando fuimos a Jalapa a la boda de Carmela, a los Becker se les cayó la maleta del techo, y ahí vamos todos de retro a buscar el beliz perdido, si apareció, por fortuna ,pero tuvieron que llevarla adentro.

 Por satisfacer los deseos de mi abuelo, muchas veces tomamos la ruta por Jalapa parando a comer en Perote aquellas famosas tortas, para llegar al Puerto ya entrada la media tarde. Entrábamos por Cardel y Antón Lizardo, el camino seguía por todo el centro hasta el destino de cada quien: Unos a casa de los abuelos en Cristóbal de Olid 423 y unos más al céntrico y ruidoso Hotel Colonial, que poco ha cambiando hoy en día.

Durante la estancia en Veracruz conservamos el Walkie-Talkie , y por él informábamos a los demás nuestros planes a ver si se nos unían o no.

Era lógico que todos queríamos hablar por el misterioso artefacto, por lo que hubo ocasiones en que nos distorsionaba la comunicación

De regreso a la capital usábamos el mismo procedimiento de comunicación, una vez llegando debíamos devolver los walkies al Tío Guillermo porque él los usaba en la prácticas de la EIT.

Hoy en pleno inicio del Siglo XXI ya hay formas más modernas de comunicación, se sigue usando el Walkie ,pero no es muy común. Ahora existen los teléfonos celulares y el Nextel cuyo objetivo es la comunicación por radio de un gremio en particular, lo mismo podemos decir de los localizadores ,aunque en últimas fechas estos han caído en desuso.

Nos queda el recuerdo de aquellos fabulosos viajes en que todos queríamos ser escuchados y las situaciones críticas y cómicas que vivimos en la entonces carretera a Veracruz, pero el Walkie nos ayudó a llegar todos sanos y salvos al puerto que vio nacer a mis padres y mis abuelos.




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