Después de La Mansión Galindo, otro lugar muy frecuentado
por la familia fue Veracruz, El Puerto Jarocho
fue testigo de singulares aventuras y parrandas de Toño Navarro, el Tío
Guillermo y mi papá, principalmente en
Los Portales. Una de tantas veces, Toño Navarro gritó… SALSA BERNESA!!!, lo
cual desató un colosal escándalo del que se enteró medio pueblo .
Ricardo estaba recién
nacido, y acostumbramos ir a Mocambo todas las mañanas, a él le daba miedo el
mar. Fueron miles de intentos hasta que logró vencer su temor. Lo que si hacía
a las mil maravillas eran tragar arena.
Cuántas veces no fuimos al Malecón… compramos burbujas y
mi hermano andaba en su triciclo para todos lados, los tradicionales desayunos en La Parroquia
no fallaban.
Con la inocencia de nuestros corazones infantiles, fuimos
fieles a nuestros padres, yendo con ellos a donde nos lo indicaran y hacíamos
un fenomenal bullicio.
Se iniciaron las famosas fiestas de Noche Vieja en el
Casino Naval, célebres por una gran variedad de artistas, no hubo nadie que no
fuera el centro de atención en éstas celebraciones.
Muy bien tengo presente aquella navidad que estuvimos en
casa de la Tía Lilia. La vivienda estaba adornada con un bonito árbol que se
ubicaba debajo de la escalera de caracol.
En aquella reunión, acudimos todos, tanto los
capitalinos, chilangos y jarochos.
No recuerdo exactamente como paso, el caso es que se
empezaron a calentar los ánimos, al grado que el Tío Guillermo abrazó con mucha
fuerza a la Tía Lilia un lado del árbol, hasta lloró. Tengo la foto que lo
comprueba. Rememoro también que los primos comíamos en la cocina.
En las convivencias destacaba también el Tío
Manolo, quien era más que generoso, pues cada vez que lo veíamos nos compraba
juguetes.
Los viajes al Puerto desde
el DF era sumamente largos. Duraban 6 horas. Resultaban cansados . Era muy
cómico ver como el resto de los autos dependían de mis papás para poder
rebasar.
Que partidos de beisbol tan
emocionantes nos aventamos en en el terreno del Tío Manolín!!!... todos le
entramos, sin faltar nadie, fue una gran diversión , hasta con barridas y ropa
sucia.
La residencia de los
abuelos, en Cristóbal de Olid era el centro de hospedaje para muchos, otros se
quedaban en el céntrico y ruidoso Hotel Colonial, justo a un lado de los
portales. Durante las noches se oía la marimba y los gritos de la gente.
La mayoría de los cuartos
del mencionado hotel eran suites, famoso era también su alberca techada con un
trampolín , donde fabulosamente la gozamos.
Por su parte, la residencia
de Tita y Mon era de un piso con dos habitaciones, insuficientes para dormir, por
tal razón algunos les tocaba pasar la noche en la sala. Aún tengo en mi cabeza
los climas grandotes, de marca Carrier y un ventilador central muy destacable
que fallaba continuamente.
Como hacía mucho calor, el abuelo
abría la gran puerta blanca que parecía de cárcel para que refrescara.
Este hogar fue la sede de
muchos desayunos y de intercambios de regalos navideños, donde recibimos la
mayoría de los juguetes que estaban de moda al final de los 70´s.
En otras ocasiones fuimos a
visitar la Isla de Sacrificios en el yate del Tío Manolín. Todo el día
estuvimos por allá. Eran verdaderas fiestas donde todo era armonía, alegría y
bienestar.
En otra de las aventuras
rumbo a este paraíso tropical, fuimos en avión, en el vuelo 629 de Mexicana de
Aviación, equipo 727-200, Ricardo me orinó encima de mi papá cuando lo alzó, todos
estallamos en mil carcajadas.
Metíamos de todo en el
coche: maletas, grabadora, juegos de playa, más variados triques , que en éstos
tiempos resultan innecesarios e incómodos para viajar. No hay duda de que
fuimos muy aventureros y arriesgados en
estos inolvidables viajes.
Veracuz ha cambiado mucho
desde aquel antaño. Esta mejor comunicado por varias autopistas, su
infraestructura sigue creciendo, hay nuevos hoteles y más servicios modernos,
pero en todas partes estarán eternamente presentes los recuerdos del ayer.
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