Los carouseles.

Decoran mi vida con encanto,
con gran fantasía
y un dejo de magia.

Montando sus caballos
olvido los desconciertos,
no me acuerdo las penas,
las tristezas se van muy lejos.

Siempre existe una razón
para subirse a un corcel,
una motivación poderosa
para galopar embelesado@
con el poder filosófico
del sube y baja.

Porque esa es la vida,
un continuo "up and down",
un constante trotar
en ritmos lentos,
en ritmos acelerados.

Ni puedo evitar
esa pasión que siento,
esas ganas de andar a horcajadas
sobre un buen pinto,
mirarlo todo bonito
en sorprendentes vuelos de alegría.

Montar es la dicha,
la felicidad total,
allá arriba
todo se realiza.

En los carouseles,
me imagino a Elisa 
sobre un caballo de silla,
Angélica en un pura sangre,
Sofía en gran tordillo.

Así son los carouseles,
magníficamente audaces,
todos llenos de sorpresas,
y en cada vuelta
algo nuevo llegará.

A mi nadie me baja,
nadie me hace desmontar
de mi cuaco existencial
que le da poder  todo lo que escribo.

Realización plena
el subirme a un carousel,
en caballos tordos,
en alazanes azulados.