Mi vaquera

Andaba presurosa
entre las flores y el pastizal,
hipnotizando con su mirada
en sus oclayos verdes de felicidad.
Montaba un prieto alazán
como toda una profesional.
Vamos, corcel mío le gritaba,
trota lento y poético.
Así la divisé,
a mi dulce inspiración hizo bien.
Tiempo después me invitó a montar
en ese fenomenal pinto.
Descubrí que cabalgar
no es igual
si una cowgirl especial
que te enseñe los trucos del galope,
desde entonces es mi vaquera,
llamada María Elena,
la que me conduce al éxtasis
cuando monto con ella.
Porque caballo y vaquera
son un tónico maravilloso
que cubre al corazón de gozo,
y al alma de bellas ilusiones.
Así que niña mía
hagamos vibrar la vida
cabalgando cada día
por la orilla del mar.