Aparecen de sorpresa,
cuando menos lo esperas.
Y casi siempre
te topas con una niña
que pasea primorosa
en cada uno de sus caballos.
Tu montas con determinación,
con una alegría infinita,
la que te motiva esa niña,
que va muy bien montadita
en su fiel corcel.
No deseas descabalgar,
porque ahí encuentras la dicha,
la cabalgata de reencuentro,
el galope de la felicidad.
Tal vez ahí este Elisa
para decirme, ven, mi amor
vamónos al trote tu y yo.
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