Los ojos de Elisa

Fueron un primor,
una delicia suave
que a mi vida rescató
llevándola al paraíso
con luz de atardecer.


En cada sueño aparecen
esas dos linternas evocadoras,
que con estilo enamoraron
a mi loco ser musical.


Miradas confrontadoras
de esas niña simpánica,
princesa de mil facetas
que las estrellas transporta.


Para mi lo son todo,
amor, ilusión, superación,
y es que siguen clavados
con un martillo suave
en los archivos del pasado
de mi alma atemporal.


Porque díganme si no es verdad
que dos luces verdes
que con maestría enseñan a mirar,
y seducen con vestido blanco
no hacen la vida alegrar.


Aún rememoro
aquel día de abril,
miercóles 17, 1985
cuando mi ánimo levantó
la realidad que esos ojos
me expresaron con dedicación.


Han sido capaces
de felizmente emborracharme
con el brebaje de su mirada
que sabe a jugosa fresa,
a perfume de realidades.


Sigue siendo grande
esa chica de coraje,
sus ojos color de mar
que las olas me enseñaron a controlar.


No ha habido nadie más
que con tal fuerza
me haya hecho recapacitar,
sólo Elisa
con esos ojazos que son clásicos.


Siempre cabalgarán
esos dos luceros,
pletóricos de armonía,
en cada emoción
que mi interior experimente.


No son unos ojos cualquiera,
son chispitas diarias
que preden adrenalina,
que incendian al corazón.


Mi alma se questiona
si los volveré a contemplar,
la ley de la atracción evoca
para que el deseo se realize.


Porque, sabes Elisa...,
no te logro olvidar.
Tus oclayos y tú
me son esenciales
en mi diario aprendizaje.